Uno de los problemas con los que más frecuentemente nos encontramos en consulta, son la
disfunción y la falta de deseo sexual. Estos problemas parecen estar asociados con problemas
psicológicos emocionales y sociales más que con factores fisiológicos. Las preocupaciones que
presentan los hombres están centradas en cubrir los estándares de perfección con el
funcionamiento del pene: falta de control de la eyaculación o la erección. Y en las mujeres, las
demandas van relacionadas con las dificultades en llegar al orgasmo durante la penetración, ya
que el modelo ideal de normalidad sexual define este como la parte culminante del placer
sexual.
¿Pero, que son las disfunciones sexuales en realidad? Se caracterizan por alteraciones en el
deseo o la actividad sexual que producen malestar o dificultades interpersonales. Entre ellas
encontramos, inapetencia sexual, rechazo sexual, disfunción eréctil, eyaculación precoz,
trastorno de la excitación sexual en la mujer, disfunción orgásmica, vaginismo y dispareunia,
entre otros. Estos problemas, con frecuencia no afectan solo a la persona que los sufre, sino
también a su pareja, por eso es importante ponerse en manos de profesionales. Los trastornos
o las limitaciones pueden ser multicausales y son muchos los factores que pueden estar
implicados en el mantenimiento del problema.
Tipos de intervención
La Terapia sexual tiene como finalidad velar por la salud sexual, es decir, que la persona
disponga de un estado de bienestar físico, emocional, mental y social relacionado con la
sexualidad; lo cual no significa la ausencia de enfermedad, disfunción o malestar. Es necesario
un acercamiento positivo y respetuoso hacía la sexualidad y las relaciones sexuales, con el fin
de poder tener placer y experiencias sexuales seguras y libres (OMS, 2002). La intervención se
acompaña de educación sexual y reestructuración cognitiva de las ideas irracionales del
paciente.
La Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT), forma parte de las innovadoras terapias de
tercera generación. Es un enfoque que no está dirigido al control de “síntomas” como la
ansiedad o pensamientos negativos, tampoco a la falta de deseo, ni a la mejora del
rendimiento sexual. Se trata de una intervención que busca la aceptación activa del malestar.
Como regla general, el intentar librarse del dolor solo consigue amplificarlo, nos enreda más
en él, mientras tanto, nuestra vida se queda arrinconada. En ocasión ha habido confusiones
con el término aceptación, llevándolo a comparar con resignación, no es auto-derrotista, ni
consiste en aguantar el malestar, consiste en aprender a “estar dispuesto” a aceptar y vivir la
propia experiencia tal y como es.
La persona frecuentemente busca mejorar su ejecución o suprimir su malestar emocional
(miedo, pensamientos negativos o apatía). En el intento de suprimir o evitar el malestar, no
solo tiene que lidiar con el malestar inmediato que se deriva de sus pensamientos,
sentimientos y sufrimientos físicos, también ha de luchar con el malestar producido por el
hecho de que su propio malestar le impide vivir el tipo de experiencia sexual que le gustaría
llevar. Por ejemplo, en una situación de impotencia sexual, la persona estaría sufriendo en el
momento del suceso y posteriormente anticipando los siguientes encuentros sexuales.
En el mundo exterior, la regla: “Si algo no te gusta, imagina cómo sacártelo de encima y, a
continuación, sácatelo de encima” puede funcionar muy bien. Pero en nuestro propio interior
la regla es muy distinta. Se parece más a: “Si no lo quieres, lo tendrás”. En términos prácticos,
esto significa, por ejemplo, que si no quieres sentir ansiedad en el encuentro sexual,
terminarás por experimentar más ansiedad; con lo cual empezarás a llevar una vida sexual
cada vez más limitada.
Cada vez que tratamos de escapar de un pensamiento, sentimiento o sensación corporal
dolorosos, lo que ocurre es que se vuelven más importantes y tienden a producirse con mayor
intensidad o frecuencia.
Solo cuando empieza a considerar todo el tiempo y energía que ha estado gastando
inútilmente en intentar controlar su sufrimiento y evitar las vivencias negativas y, por otro
lado, sopese los penosos resultados obtenidos, descubrirá que el esfuerzo de hacer algo
radicalmente distinto puede conducir a una vida sexual más plena. Por ejemplo, en un caso de
eyaculación precoz, la persona ve la experiencia como algo negativo que ha de intentar
cambiar e intenta cambiarlo a través de maturbación, contracciones en el abdomen, ejercicios
de Kegel, etc. Ha de darse cuenta de que está poniendo todo su foco en el problema y la
ansiedad y tensión a la que se somete su cuerpo impiden que disfrute de tu encuentro sexual.
Quizás focalizándose en otra cosa pierde fuerza.
Desde ACT intentamos que sea consciente de que las cosas contra las que está luchando para
conseguir que cambien tienden a seguir igual. Frente a la evitación y el control del malestar, se
promueve la flexibilidad psicológica, le ayudamos a entrar en contacto con el malestar y a que
aprenda a ver sus pensamientos desde una nueva perspectiva, quizás podría empezar a pensar
en cómo le gustaría que fuera su vida sexual o en qué cualidades le gustaría que tuviera su
faceta herótica… de esta manera podría sentirse en sintonía con la vida sexual que le gustaría
llevar.
Dentro de la Terapia Integral de pareja se incluyen estrategias básicas basadas en aceptación.
Por un lado, la unión empática, consiste en que los miembros de la pareja puedan expresar su
molestia o dolor sin incluir la acusación o reproche. Otra estrategia es la separación unificada,
se ayuda a los dos miembros a distanciarse de los problemas y discusiones favoreciendo el
dialogo por tal de afrontar la situación en conjunto. Por otro lado, la tolerancia, si no es
posible llegar a la aceptación se intentará que se tolere la situación lo mejor posible. Por
último, las estrategias de cambio, se utilizar para intentar disminuir la intensidad de
determinados comportamientos y mejorar la comunicación y la toma de decisiones de forma
conjunta a través de la resolución de problemas (Dimidjian et al., 2008; Jacobson y Margolin,
1979).
En la intervención de ACT encontramos técnicas basadas en mindfulness, ejercicios
experienciales y la utilización de metáforas.
El mindfulness es un tipo de meditación que se pone en práctica en ACT, obliga a parar y a
experimentar lo que se está viviendo en el momento presente. Se trata de darse cuenta, con
aceptación, desapegado, “descentrado” y desidentificado.
En relación con la sexualidad, ayuda a ser conscientes de nuestros estados, sensaciones
corporales, pensamientos… Sin comparar, sin evaluar… la persona tiende a preguntarse, ¿esto
me tendría que gustar?, ¿estoy sintiendo lo que debería sentir?… se trata de no juzgar. Con la
práctica del mindfulness tratamos de ser pacientes, en el sexo en muchas ocasiones se busca el
orgasmo de forma rápida y se pierden cosas… se trata de ser conscientes y atender a lo que se
experimenta en cada momento. Acoger lo que venga en el momento sin luchar, sin tratar de
buscar algo en concreto. La renuncia al control implica soltar.
Metáfora
Ábrete a la situación, situándote en la posición de observador y luego, viéndolas desde tu “yo
observador”, es una manera distanciada, aceptante y consciente. Vamos a ayudarte a
entenderlo a través de la metáfora del ajedrez.
Imagina un tablero de ajedrez que se extiende hasta el infinito en todas direcciones. Sobre
este escenario empiezan a aparecer diferentes piezas. Unas son negras y otras blancas, igual
que en una partida de ajedrez. Se aproximan al centro del tablero y empiezan a alinearse en
dos equipos distintos, en lugares enfrentados del tablero.
Ahora, imagina que cada una de esas piezas representa una emoción distinta, una cognición,
un recuerdo o una sensación. Algunas de las piezas son positivas: sentimientos de felicidad,
alegría y placer o recuerdos de cariño; todas ellas se reúnen en un mismo equipo mientras que
algunas otras piezas representan tu dolor, miedos y fracasos. Quizás estés profundamente
deprimido o tal vez hayas sido diagnosticado con un trastorno de ansiedad. Comprueba y verás
que los pensamientos y sentimientos negativos asociados a estas condiciones se reúnen
también en otro equipo. Pero este es un equipo muy diferente del conjunto positivo.
Ahora, imagina que algunas piezas establecen un combate. Es una guerra larga y sangrienta en
la que muchas piezas están resultando aplastadas o son despedazadas a tu alrededor. Esta
batalla se ha venido librando durante años. Las piezas negras están luchando contra las
blancas, esforzándose por avanzar, mientras que las piezas blancas, a la desesperada,
retroceden al tiempo que intentan, con todas sus fuerzas, no terminar siendo capturadas por
el enemigo. Tienen que luchar porque, desde el punto de vista de cada “equipo”, los
adversarios suponen una amenaza para su existencia.
Pero, imagina que tú no eres ninguna de esas piezas. En este escenario ¿quién eres tú? No
puedes ser el jugador: Todavía queda alguien intentando ganar la guerra y salvar a
determinadas piezas frente a otras. Solo hay una parte de la metáfora que permanece en
contacto con todas las piezas. Si no eres las piezas –si todavía puedes seguir siendo tú, sin
tener que sentirte muy afectado por el resultado de la guerra– ¿quién eres entonces? ¿Qué tal
si resultara que eres el tablero sobre el que se está jugando la partida? Piénsalo. ¿Qué
significaría eso para ti? ¿Qué pasaría si no te definieras por tu sufrimiento, sino que, más bien,
fueras su contenedor consciente? ¿Qué significaría eso para ti?
Empezar a ver las cosas desde la perspectiva del tablero es ponerse en contacto con el “yo
observador”. Todas las piezas se mantienen sobre el tablero mientras siguen jugando su
partida interminable. Solo hay dos cosas que puede hacer el tablero desde el “nivel tablero”:
1) sostener a las piezas (a todas ellas) y, 2) llevárselas consigo de viaje cada vez que el tablero
se desplace. Para desembarazarte de alguna de las piezas tendrías que pasar de ser quién eres
(un ser humano consciente, perfectamente informado de todas esas reacciones, es decir,
desde el nivel del tablero) a quien no eres (identificado únicamente con algunas emociones,
pensamientos o recuerdos específicos y no con otros). Dicho de otra manera: Para empezar, tú
jamás estuviste realmente en esa guerra. Todo fue una simple ilusión.
¿Cómo puedes llevar esto a tu vida sexual?
La próxima vez que tengas una relación sexual, no trates de buscar nada concreto, mira a la
otra persona, fíjate en su mirada, en las diferentes partes de su cuerpo, busca esos aspectos
que tanto te atraen… puedes poner una canción que te resulte sexy, llevar tu atención a los
sonidos en la interacción sexual, la respiración, los gemidos… intentar dejar los prejuicios…
descubrir a que sabe su boca, a que sabe su piel, sus fluidos, los tuyos… ábrete a descubrir
nuevas experiencias… explora todas las partes de su cuerpo, fíjate en las sensaciones que te
transmite, acaricia su piel… sin prisa y sin perseguir nada… curiosea disfrutando del momento.
Bibliografía
Barraca, J. (2016). Terapia integral de pareja: Una intervención para superar las diferencias
irreconciliables. Síntesis.
Cabello, F. (2010). Manual de sexología y terapia sexual. Madrid: Síntesis.
Gil-Llario, M. D., Ballester-Arnal, R. (2021). Libro de abstracts del II Congreso Internacional de
Sexualidad: Expresando la Diversidad. 33.
Hayes, S. C., Spencer, S. (2013). Sal de tu mente, entra en tu vida: La nueva Terapia de
Aceptación y Compromiso. Editado: Franko S. Q.
Gascón-Aguilar, M. et al., (2020). Mindfulness y psicoterapia. Máster Universitario en Terapias
Psicológicas de Tercera Generación. Edita: Universidad Internacional de Valencia.
Sánchez, V. M. (2014). Las disciplinas orientales como herramienta para la terapia
sexual. Norte de Salud Mental, 12(49), 15-22.
Realizado por Stefany Martínez Psicóloga General Sanitaria.
